sábado, octubre 29, 2016

TEATRO. Cartas de amor a Stalin. "El artista y el Poder". [Año: 1999].

de Juan Mayorga.
Con: Helio Pedregal, Magüi Mira y Eusebio Lázaro.
Dirección: Guillermo Heras.
Centro Dramático Nacional. Teatro María Guerrero. 10 noviembre de 1999.



"No puedo escribir sin libertad". La cita es de aquí y de ahora, anteayer mismo. Lo ha dicho Jiménez Losantos en el diario "el Mundo" a raíz de los intentos de censura de sus columnas en el ABC por parte de su actual director José Antonio Zarzalejos y que han ocasionado que el columnista abandone por segunda vez el periódico. Teatro María Guerrero, Mijail Bulgákov, escritor satírico soviético de principios de siglo, en carta a Stalin: "Estimado camarada: No puedo vivir más tiempo en un país en el que no me está permitido representar ni publicar mis obras. Me dirijo a usted para pedirle que se me devuelva mi libertad como escritor o se me expulse de la Unión Soviética". ¿A que les suena la música?

Aunque con distinta letra, es la misma canción de siempre: el Poder que trata por todos los medios de silenciar al escritor incómodo. He aquí el leit motiv de la pieza de Juan Mayorga con la que ha abierto la temporada el Centro Dramático Nacional. Pero eso es sólo el comienzo. En Cartas de amor a Stalin, este joven dramaturgo (Madrid, 1965) nos lleva más allá, nos invita a una reflexión sobre las siempre complejas relaciones del poder con el artista, sobre la necesidad que tiene el artista de ser "comprendido" y aplaudido por el Poder y sobre la necesidad que tiene el Poder de ser "halagado" por la creadores.

La obra describe una etapa singularmente dramática de la existencia de este escritor soviético: los últimos años treinta. Caído en desgracia ante el poder emergente, con sus obras sistemáticamente prohibidas por la censura y siendo blanco de la difamación y de las más acerbas críticas de la prensa oficial decide escribir al dictador. En principio no recibe respuesta alguna, pero inopina­da­mente se produce una llamada de Stalin (al parecer esta llamada se produjo en la realidad, según consta en nota manuscrita en alguna de sus cartas) en la que éste confiesa al escritor su admiración por su obra y le manifiesta su deseo de mantener una entrevista personal con él. La llamada se interrumpe bruscamente, pero es suficiente para que cambien las expectativas de futuro del escritor. Esta llamada es el incidente desencadenate de la acción dramática. Con ella se inicia un profundo proceso de transformación psicológica de Bugálkov que afectará no sólo a su condición de escritor, sino a su relación con su mujer. Pronto vemos que su objetivo no es meramente ser libre, sino que progresivamente se hace patente su deseo de oír la voz del tirano: Bugálkov se convierte en un escritor compulsivo de cartas con las que pretende conseguir a toda costa su objetivo: seducir a Stalin. Se convierte en "escritor para un solo lector". Aislado de la realidad cotidiana, obsesionado por la llamada de teléfono entra en un proceso obsesivo-paranoico (cree halar con el dictador, en unas visitas que en su mente enferma se hacen más y más frecuentes) que terminará en su destrucción como escritor y como persona y con la quiebra de sus relaciones familiares. Su mujer descubre desde el primer momento el "juego" y trata por todos los medios de atraerle hacia sí, y, luego, de sacarle del país, pero sus esfuerzos resultan infructuosos y ve no sin un dramático desgarramiento interior como este se separa más y más de ella hasta caer literalmente en brazos del tirano, en una escena final de una fuerza estremecedora : absorbido -en su imaginación enferma- por la órbita del poder, Bugálkov abandona su estudio, el último reducto de libertad y franquea el umbral del Kremlin cayendo tras él un pesado telón de acero mientras su mujer, abandonada, recoge sus cosas y se dispone a abandonar su hogar y su país.

Una escenografía espléndida de Rafael Garrigós, contribuye a reforzar la separación de planos en que se mueven los personajes. Dos espacios cerrados comunicados apenas por un estrecho corredor que ha dejado incólume la política de tierra quemada de los soviets, pasaje por donde transita -en su imaginación- Bugálkov para acceder al despacho oficial, cuya magnificencia, reflejo de la megalomanía inherente al poder absoluto no hace sino acrecentar la tremenda sensación de soledad que experimenta el tirano. La iluminación, no menos elaborada, coadyuva a definir los espacios y matizar los procesos psicológicos

Espléndido es asimismo el trabajo de los actores. Magüi Mira dulce, cariñosa, comprensiva, vitalista, despechada, al final, nunca presa de la desesperación, manteniendo siempre esa obstinada determinacion que caracteriza a las mujeres fuertes. Helio Pedregal nos muestra a un Bugálkov entrañable y humano, demasiado humano, reflexivo, lúcido pero vulnerable ; firme y obstinado al principio y progresivamente más y más derrotado aportando una extraordinaria gama de matices al proceso de transformación que experimenta su persona. La tarea más ardua, con todo, es la de Eusebio Lázaro que debe de encarnar la proyección mental del Stalin pensado por el escritor. Respetando en lo esencial el porte y los ademanes que la iconografía al uso nos proporciona sobre la figura del dictador para garantizar el referente histórico, todo este personaje destila no obstante una bondad y un desvalimiento que no están muy alejadas del propio carácter de Bugálkov , lo diferencian de él la dureza y el autoritarismo que afloran a veces, su actitud mesiánica, pero sobre todo la fina ironía que despliega en su “trato” con el escritor y que actúa como contrapunto humorístico para descargar la tensión acumulada por el dramatismo de las situaciones.

Hay que felicitar al Centro Dramático Nacional por arrostrar el riesgo que supone siempre estrenar a autores jóvenes. Resulta oportuno, además, hacerlo con esta obra que plantea un problema tan acuciante ayer como hoy, donde los políticos de todas las administraciones y los poderes fácticos gustan de coquetear con los artistas.

Gordon Craig.

miércoles, octubre 26, 2016

1000 razones para no dejar de leer. La libertad en Rusia, Vasili Grossman.

"Rusia ha visto mucho a lo largo de sus mil años de historia. Hay una sola cosa que Rusia no ha visto jamás en esos mil años: la libertad".  

Vasili Grossman, Todo fluye.

jueves, octubre 20, 2016

TEATRO. Go down Moses. "Relectura del mito bíblico de Moisés".

De Romeo Castellucci. Societas Rafael di Sancio.
Textos de Romeo Castellucci y Claudia Castellucci.
Con: Rascia Darwish, Gloria Dorliguzzo, Luca Nava, Stefano Questorio, Sergio Scarlatella, Manuela López Sánchez, Imán Padelano y Javier Troca.
Música: Scott Gibbons.
Dirección, vestuario y ambientación: Romeo Castellucci.
XXXIV edición del Festival de Otoño a Primavera. Madrid. Teatros del Canal.



Romeo Castellucci (Cesena, Italia,1960) que dirigió el año pasado en el teatro Real una controvertida versión de la opera Moisés y Aarón de Arnold Shönberg vuelve ahora a Madrid dirigiendo el montaje inaugural de la XXXIV edición del Festival de Otoño a Primavera.

El director italiano es ante todo un creador de imágenes. En sus montajes renuncia al argumento y a la individuación de personajes; al diálogo, incluso, en favor de la creación de imágenes impactantes que hieran la sensibilidad y la conciencia del espectador y le despierten de su indolencia y de su letargo inducidos a medias por la comodidad de la butaca y por la monótona reiteración en sus hábitos perceptivos. En su versión de Julio César, por citar sólo algún ejemplo de su ya larga y exitosa carrera, hacía recitar el famoso monólogo de Marco Antonio a un paciente de cáncer de garganta a través del conducto de respiración colocado tras ser sometido a una traqueotomía.

Go down Moses, parte de un episodio no menos truculento y cruel, el sangriento espectáculo de un parto de una mujer sola, encerrada en el exiguo e insalubre interior de un lavabo público antes de abandonar a su bebé en una bolsa en un cubo de basura. Los dolores del alumbramiento, las convulsiones, la visión de la sangre derramada en la más estricta soledad, remiten a lo que, según el autor, ha constituido la espoleta o el estímulo para la escritura de la pieza: la situación de absoluta desolación y desamparo de tantas mujeres que se ven obligadas por distintas circunstancias a tener que dar a luz en el anonimato y a abandonar a sus hijos a su suerte.

Pensando, quizá, en el relato del Antiguo Testamento (Exodo 2, 1-3), el de la esclava hebrea en el cautiverio de Egipto que, contraviniendo las órdenes del faraón de dar muerte a todos los hijos varones, dio a luz a su vástago, Moisés, y lo abandonó en las aguas del Nilo en una cestilla de mimbre, la protagonista de la obra de Castellucci, por un extraño delirio, cree que su hijo está destinado a ser un nuevo Moisés, que siguiendo el mandato divino vendría a librarnos de nuestra condición de esclavos.

Esclavos ¿de qué?, ¿de quien? Eso la obra no lo explicita aunque quizá se refiera a los mismos miedos ancestrales a enfrentarse con lo desconocido, con el misterio de la vida, de la muerte, de la trascendencia, ... , como sugieren esas espectaculares imágenes de una tribu de hombres primitivos, enfrascados en los mismos rituales de vida, muerte y procreación. ¿Arriesgado salto temporal en la estructuración de la trama? ¿Abrupto proceso de regresión psicológica a estadios de conciencia anteriores debido a la presión y a la ansiedad de la protagonista mientras es sometida a un escaner?

Que nadie espere respuestas concluyentes en este espectáculo. Quedémonos con la violencia -y la belleza-, perturbadora de unas imágenes enderezadas a remover nuestra conciencia, a afinar nuestra percepción de un mundo impredecible, como el movimiento errático de los personajes en la escena inicial, indiferente ante el dolor humano, como la actitud de los guardias en la comisaría, inhóspito, como el que trasmite el frío glacial de una sala de análisis radiológico, desolado, como el que se intuye tras la decisión de una madre de abandonar a su hijo. Un mundo de vértigo sometido a la velocidad trepidante y al atronador ruido de fondo de la máquina, que quizá impide oír la desesperada llamada de socorro de tantos hombres y mujeres que sufren.

Gordon Craig.

martes, octubre 18, 2016

1000 razones para no dejar de leer. La fotografía según Wim Wenders.

"En una fotografía tienes un simple encuadre para contarlo todo, para narrar una historia entera, el pasado, el presente y el futuro del momento capturado. Cada vez que disparas el obturador de la cámara o inicias un plano creas un marco en el mundo".  


domingo, octubre 16, 2016

miércoles, octubre 12, 2016

1000 razones para no dejar de leer. ¿Qué es una nación? Ernest Renan y Alain Finkielkraut.

"Lo que forma las naciones es la congregación voluntaria de los individuos"

La derrota del pensamiento de Alain Finkielkraut.

"Una nación [se caracteriza] en el presente por un hecho tangible: el consenso, el deseo claramente expresado de continuar la vida común. La existencia de una nación es un plebiscito cotidiano"

¿Qué es una nación? de Ernest Renan.

martes, octubre 11, 2016

TEATRO. Dos nuevos Entremeses, nunca representados. "Vino añejo en odres nuevos".

Título: El rufián viudo llamado Trampagos y La guarda cuidadosa.
Autor: Miguel de Cervantes.
Con: Silvia Acosta,Víctor Antona, Vivi Atienza, Carmen Bécares, Claudia Coelho, Xana de Mar, Ion Iraizoz, Jesús Luque, Juan Paños, Luna Paredes, Pablo Rodríguez, Nicolás Sanz, José Juan Sevilla, Marcos Toro, Carmen Valverde y Aida Villar.
Dramaturgia: Brenda Escobedo.
Ambientación: Silvia de Marta.
Musica: Eduardo Aguirre de Cárcer.
Dirección: Ernesto Arias.
Alcalá de Henares. Corral de Comedias.


Con ocasión de la reposición en 2014 de los Entremeses -espectáculo inaugural del teatro de la Abadía allá por el año 1994- escribíamos que tal montaje constituía una muestra bien representativa del que vendrá a ser el impagable legado a la escena española contemporánea del actor, director y académico José Luis Gómez, impulsor y alma mater durante estos más de 20 años del quehacer artístico del teatro de la calle Fernández de los Ríos.

El presente estreno de estos Dos nuevos Entremeses nunca representados (El rufián viudo llamado Trampagos y La guarda cuidadosa) cuya dirección José Luis Gómez ha encomendado a Ernesto Arias constituye el inicio gozoso y esperanzador de una nueva época donde los alumnos del maestro han tomado la batuta para continuar y expandir su proyecto.

Y quien vea este nuevo montaje podrá concluir que la continuidad está garantizada. El mismo árbol de entonces enseñorea ahora la escena y los mismos “mozos” y “mozas” que se rendían al sueño bajo sus ramas bañadas por la luna, despiertan ahora rejuvenecidos, como tocados por la magia de Oberón en El sueño de una noche de verano, para acompañarnos por los procelosos vericuetos de la febril imaginación cervantina. Y la misma exigencia renovada por un riguroso trabajo de expresión corporal -entre la disciplina grotowskiana y el virtuosismo y la sutileza de la comedia del Arte-, y el mismo empeño en situar la alocución escénica en el lugar de excelencia que se corresponde con el grado de elaboración artística de los textos a los que sirve.

Se trata de dos piezas de una comicidad rotunda, desbordante, bufonesca, de raigambre popular; dos textos codificados en un lenguaje de gran expresividad y plagado de términos de “germanía” que los actores incorporan con una extraordinaria naturalidad haciendo que suenen casi como el habla cotidiana. El resultado es una fiesta; una bacanal, estaríamos tentados de decir, si recordamos la francachela que se corren Trampagos y sus compadres para celebrar sus esponsales con su nueva pupila, la Repulida; dejémoslo en una orgía para los sentidos, donde música -espléndido trabajo de Eduardo Aguirre de Cárcer-, danza, gestualidad y palabra y se aúnan en un raro ceremonial de encantamiento. Y aunque traído un poco por los pelos -¿cómo contrapunto del registro rabiosamente popular de los entremeses?- agradezco sinceramente a Brenda Escobedo y a Ernesto Arias que hayan recuperado para el colofón del espectáculo parte del delicioso y discreto monólogo de la pastora Marcela de la primera parte de El Quijote y por el que siento especial predilección; modelo de elegancia y perfección es sin duda uno de los pasajes más hermosos de la literatura española.

Es tarea imposible ponderar individualmente el trabajo de un elenco tan numeroso y que muestra tan cumplidas como variadas habilidades, el canto, la danza o el manejo de instrumentos musicales. Cabe resaltar el movimiento escénico de conjunto en las numerosas escenas corales, pese a que en ocasiones el escenario se les queda inevitablemente pequeño. En La guarda cuidadosa debo destacar el donaire y desparpajo de la criadita Cristina (Luna Paredes) a la hora de elegir a su pretendiente y la atinada parodia del soldado fanfarrón que hace Ion Iraizoz. El tono paródico pero volcado a una sátira más acerba impregna en general a los personajes del segundo de los entremeses, con figuras de tintes valleinclanescos, en particular las tres “mozas del partido” la Pizpita, (Claudia Coelho), la Mostrenca (Carmen Bécares) y la Repulida (Xana del Mar) que rivalizan en descaro y zalamería para atraerse la voluntad de Trampagos; con la exhibición impúdica de sus atributos, sus gestos obscenos y su lenguaje procaz encandilan a los paisanos, al pendenciero Chiquiznaque (Ion Iraizoz) y al rústico patán encarnado por Nicolás Sanz. Marcos Toro hace una espléndida recreación del Trampagos, un taimado bergante que vive del comercio carnal de sus pupilas; la escena inicial del planto por la pérdida de la Pericona es antológica. Y no lo es menos el fin de fiesta en el que se celebra por todo lo alto la liberación de Escarramán (estupendo José Juan Sevilla), el misterioso cautivo en Berbería que se revela consumado danzante y seductor. Como contrapunto a la hiperactividad gestual de los integrantes de esta escena de lascivia, embriaguez y desenfreno Carmen Valverde, en una serena, casi hierática Marcela, se erige en una consumada maestra del “ars bene dicendi” renacentista.

En esta época de menosprecio y decadencia del idioma, en pleno apogeo de las fuerzas disgregadoras que amenazan con romper la unidad de España y menoscabar su rico acervo cultural heredado de siglos, el estreno de espectáculos como el que comentamos, fruto de una indagación exhaustiva y rigurosa en el universo cervantino, pilar indiscutible e indiscutido de ese rico patrimonio cultural común que es nuestra lengua española abre un pequeño resquicio de esperanza e invita a mirar el futuro con optimismo.

Gordon Craig.

lunes, octubre 10, 2016

1000 razones para no dejar de leer. Ryszard Kapuscinski. El Imperio.

"Es curioso que hoy la sangre se derrame allí donde se lanzan al ataque el nacionalismo ciego, el fundamentalismo religioso o el racismo zoológico, que son sino las tres nubes negras que pueden oscurecer el cielo del siglo XXI".

Ryszard Kapuscinski. El Imperio.

martes, octubre 04, 2016

1000 razones para no dejar de leer. Ryszard Kapuscinski. El Imperio: "Los soviéticos empiezan a recordar ahora que no son ciudadanos de ninguna URSS".

"Los soviéticos empiezan a recordar ahora que no son ciudadanos de ninguna URSS. Quieren regresar a sus países, a sus casas simbólicas, a la tierra de sus antepasados. ¿Que quieren marcharse dejando el patrimonio de toda su vida? ¿Qué patrimonio?, contestan sorprendidos. En este país ¡jamás nadie ha conseguido nada! A menos que se trate de unos cuantos años de destierro, un rincón oscuro en un piso que comparten varias familias o una pensión equivalente a tres dólares al mes".

Ryszard Kapuscinski. El Imperio

domingo, octubre 02, 2016

TEATRO. Nathalie X: "Lolita de alquiler".

Con: Cristina Higueras y Mireia Pàmies.
Violonchelista: Marina Barba.
Escenografía: Alfonso Barajas
Dirección: Carlos Martín.
Madrid. Teatro Fernán Gómez. Centro Cultural de la Villa. Sala Jardiel Poncela.



Parafraseando la conocida sentencia bíblica y antes de que hagamos juicios de valor precipitados sobre la obra que nos ocupa, de asunto tan resbaladizo y escabroso, se me ocurre recordar a modo de advertencia que “quien no haya tenido alguna vez una fantasía erótica que tire la primera piedra”.

Al parecer, Lucas, cometió el error de confesar a Sonia, su mujer, en los tiempos en que la sinceridad imperaba en su matrimonio, su fantasía erótica más recurrente: la de una joven y atractiva secretaria de piernas interminables y senos turgentes, cuyo generoso escote le ofrecía promesas de felicidad absoluta cada vez que se inclinaba solícita sobre su escritorio para acercarle unos papeles. Ahora, una vez separados Sonia va a servirse precisamente de ese secretillo, de ese flanco vulnerable en las defensas del entramado erótico sentimental de su ex marido para satisfacer su deseo de venganza.

Para ello contrata a Nancy, una prostituta de lujo, a la que instruye convenientemente sobre la debilidad que siente su marido por las secretarias con aspecto de “lolitas” y a la que comisiona para que lo seduzca y así poder confirmar irrefutablemente sus infidelidades. Aunque su plan va mucho más lejos, pues incluye encuentros de las dos mujeres tras cada una de las citas para que Nancy la informe con pelos y señales de como han trascurrido esos encuentros clandestinos, desde los primeros escarceos tácticos en el café de la esquina hasta las más tórrídas escenas de sexo en sus modalidades y variantes más inverosímiles que, Nancy relata, por cierto, con la más absoluta naturalidad y desenvoltura.

A través de esos sucesivos encuentros se irán poniendo al descubierto los verdaderos propósitos de Sonia -que no voy a desvelar, para no arruinar el suspense-, su pasado, su grado de amargura y de animadversión hacia Lucas; y por extensión, el dolor, el odio y el resentimiento que acarrea a las parejas la ruptura de una relación. Nancy, por su parte, guiada por su instinto, a través de sus encuentros íntimos con Lucas y en su ambigua relación con Sonia iniciará un proceso de descubrimiento de otras facetas del erotismo (la ternura, el respeto, la comprensión, ...) que en el ejercicio de su oficio le habían estado vedadas.

A lo largo de la obra, Mireia Pámies, en el papel de Nancy, modula perfectamente ese proceso de transformación que experimenta su personaje abandonando progresivamente la actitud entre desafiante y chulesca con que irrumpe en escena, los modales toscos, el lenguaje procaz y el tono descarado e impúdico con el que da cuenta de sus proezas en la cama -y fuera de ella- hasta parecer otra mujer, tierna dulce y considerada.

Aunque no tan redondo su trabajo como el de Mireia -bien es verdad que el texto decae en ocasiones restando credibilidad a su personaje- Cristina Higueras aborda con solvencia su difícil papel de Sonia, una cultivada y sensible cantante de ópera, en la cincuentena, abandonada por su marido, hundida hasta casi la aniquilación por sus desdenes y su indiferencia. Nos proporciona escenas de gran intensidad emocional evocando momentos felices del pasado (como cuando entona una nana de Mendelssohn acompañada por Marina Barba al violonchelo), marcando distancias con Nancy o exteriorizando su rabia y su despecho cuando la ocasión lo requiere.

Gordon Craig.