jueves, mayo 09, 2013

TEATRO. Zoomwooz. Estimulante y emotiva experiencia de “Live-art”.



Idea y concepto de Karla Kracht y Andrés Beladíez.

Imágenes de Karla Kracht.

Dramaturgia de Andrés Beladíez.

Música de Make Gazine, Ilia Mayer, ABC 100.

Guadalajara. Espacio Karaba.




            En este paisaje desolado, un auténtico páramo desierto y sin vida, en que por desidia o por falta de estímulo languidece la creación teatral propia en la capital alcarreña, la aparición de un espectáculo como el que presentaron anteanoche en el espacio Karaba Andrés Beladíez y Karla Kracht constituye un verdadero acontecimiento y debiera llevarnos a pensar qué está pasando con la cultura en Guadalajara para que tengamos que tildar de excepcional a un evento que, en una comunidad con un mínimo de inquietudes artísticas y verdadero interés por el teatro debería de constituir parte de la normalidad cotidiana. Y cuando digo “inquietudes artísticas e interés por el teatro” no me refiero obviamente al cansino y reiterativo manoseo anual del don Juan Tenorio, ni a la proliferación de “belenes vivientes”, ni a otras múltiples y trasnochadas manifestaciones del folclore popular que están surgiendo como las setas en otoño por todos los rincones de la provincia cuando arrecian los calores de principio de primavera.


            Pero vayamos al espectáculo en cuestión. “Zoomwooz” es un montaje multidisplinar, una video performance -en palabras de los autores- que pone en juego simultáneamente múltiples lenguajes y medios de expresión: música, video, juegos de sombras, etc., sin excluir la palabra de un narrador, que interviene ocasionalmente como uno más del conjunto de elementos expresivos desjerarquizados, para configurar la atmósfera especial entre onírica y naíf que nos retrotrae al mundo del cómic, pero también al inquietante universo de la ciencia ficción –en ese indisimulado homenaje a los filmes de Larry Wachowski con el que se inicia la performance-. Porque en realidad se trata de una performance en toda regla por cuanto la mayor parte de la imágenes proyectadas sobre la pantalla del fondo se generan directamente por los ejecutantes, grabando con una minicámara una serie de figuras y objetos ad hoc (recortables y rótulos minúsculos de cartón preparados de antemano y dispersos sobre el suelo del escenario y sobre módulos auxiliares laterales) y mezclando tales imágenes con otras generadas por ordenador, todo ello en tiempo real. 


Somos, pues, testigos del proceso mismo de generación de un espacio virtual (cibernético) a partir de un espacio real, concreto, objetual, constituido por la materialidad de pequeños objetos y artefactos y por la presencia física de los manipuladores, e invitados a participar en una estimulante experiencia en un espacio-tiempo compartido por todos los presentes en la sala, espectadores y “actores”, premisa inexcusable para que podamos hablar de un espectáculo teatral “tout court”. Pero además, y esa creo que es una de las líneas fuerza de montaje, detrás de esta ceremonia de desenmascaramiento del simulacro, si se me permite decirlo así, hay una crítica al poder de manipulación de los media, una reflexión de fondo sobre como los medios de comunicación masivos están conformando una devaluada percepción de lo real, cómo mueven a la indiferencia sobre las informaciones que trasmiten (Lehmann), cómo erosionan el acto mismo de la comunicación directa, vis vis, con nuestro interlocutor (“Mírame fijamente, si mírame y dime que todo es diferente” exclama en un momento el narrador; y a renglón seguido: “hablemos de nosotros, de tú a tú, como si nunca hubiéramos estado solos”).


Pero por encima de todo, lo que puede leerse entre líneas es el desconcierto  (“¿Donde estoy? ¿Qué es esto? ¿Soy yo?”) el aturdimiento, el vértigo que producen las imágenes de la memoria (el oleaje de banderas victoriosas al viento, las soflamas enardecidas de los iluminados y visionarios, el estruendo de la maquinaria bélica, ...) superpuestas en abigarrado torbellino a las visiones de un presente caótico (“la vida se expande y huye despavorida en un concierto caótico de notas extraviadas”) entregado a la orgía del consumo y de un futuro sin esperanza. Y se escucha, además, bien perceptible, aunque tenue y apagado por el cansancio y por el hastío, un grito de rebeldía que enarbola el estandarte de la belleza y de la poesía llamando a combatir el miedo y a crear zonas de resistencia frente al conformismo y el desánimo, frente a la indiferencia y la barbarie. 

Gordon Craig.
 
Zoomwooz. 


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