lunes, octubre 03, 2011

TEATRO. Tres años. "Chejoviana".

de Juan Pastor, a partir de textos de Antón Chejov.
Con: Raúl Fernández, María Pastor, José Maya, José Bustos y Alicia González.
Dirección: Juan Pastor.
Madrid, Teatro de la Guindalera.


A veces uno se siente inclinado a pensar si no serán los relatos y las piezas breves lo mejor de la producción de Chejov. Unos y otras nos revelan en un instante fugaz y raudo como el destello de un relámpago aspectos de la psicología de las personas, de sus afanes y de sus deseos ocultos para cuya comprensión cabal el común de los mortales necesitaría años de observación e introspección. De hecho, esta pieza de Juan Pastor que ahora estrena La Guindalera no es sino una sucesión de fulgurantes flashes, hilvanados a modo de recuerdos, de otros tantos momentos críticos en la vida de cinco personajes de inspiración chejoviana empeñados en la búsqueda infructuosa del amor y la felicidad. Es el particular homenaje del director de la Guindalera al dramaturgo ruso.


Aunque apenas conocemos detalles de la vida de Juan Pastor más allá de su labor como director teatral, es fácil reconocer, en la traslación de los personajes y de la trama a la sociedad de la España de los años treinta -que tanta afinidad guarda con la rusa de finales del siglo XIX que Chejov retrata-, un intento de recuperar su propia memoria personal sirviéndose del vastísimo anecdotario e idiosincrasia de unos personajes -de la obra en su conjunto-, de un autor que Juan conoce como pocos. Y hay que apresurarse a decir que la experiencia resulta divertida y estimulante.

Pero si la obra de Chejov inspira el argumento y los personajes de la pieza que comentamos; si chejoviana es también la mirada incisiva, benévola y un punto socarrona, que Juan Pastor proyecta sobre sus criaturas, no se nos escapa también la fructífera influencia de otro dramaturgo, el irlandés Brian Friel, inspirador de la multiplicidad de voces en la que se desdobla el discurso de los personajes y que se plasma en forma de reflexiones en voz alta, en juicios de valor explícitos, propios o ajenos, que entreverados con el diálogo dramático enriquecen con perspectivas insólitas o grotescas, la percepción que el espectador tiene del estado anímico de los personajes, de sus deseos o motivaciones.

La ambientación -incluido un sugerente espacio sonoro de Marisa Moro y Pedro Ojesto- es excelente, como lo es el trabajo de los actores. Alejandro, Julia y Paulina constituyen los vértices del triángulo amoroso sobre los que pivota la obra. Raúl Fernández borda los contornos de su personaje, Alejandro, un joven adinerado, descontentadizo y un punto filósofo, su falta de sentido de la realidad se compensa con creces con su bondad y su condescendencia; su carácter soñador y su propensión a la melancolía lo emparentan con el joven Treplev, de La gaviota, pieza con la que ésta que comentamos tiene muchas concomitancias. Paulina y Julia representa de algún modo a esas dos clases sociales enfrentadas en las obras de Chejov la de los seres útiles y la de los inútiles. Alicia González es Paulina, que pertenece a la primera de estas clases; es una joven inteligente, trabajadora y muestra en todo momento una activa resolución unida a ciertas veleidades de un feminismo avant la lettre; su actuación depara momentos de intensidad insuperables como la escena en la que, despechada, grita y zarandea a Alejandro echándole en cara su insensibilidad y su incapacidad para comprender su amor. En el polo opuesto está Julia (María Pastor) tan bella como caprichosa, su irresolución y su indolencia la arrastran a un matrimonio sin amor, al coqueteo con sus amigos y a un deseo vehemente de exprimir los placeres de la existencia hasta encontrar el equilibrio personal al abrigo de la voluptuosidad y la pasión. (¿Será eso la felicidad?). José Maya hace una estupenda recreación de Gregorio, también miembro de esta clase disipada y perezosa; es un funcionario de medio pelo, un bon vivant de moral acomodaticia, engreído y seductor. Su contrapunto es Jaime (José Bustos) más optimista, apasionado e impetuoso, quizá sea el único de todos que tiene verdadera confianza en el futuro y representa la esperanza de la superación.

Un montaje, en fin, de excelente factura, lleno de humor y de ironía; exquisito, brillante y conmovedor que nadie debería perderse.

Gordon Craig.

Teatro Guindalera. Tres años.
Crítica Gordon Craig en el Diario de Alcalá.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Uno de los mejores montajes del año. Bravo!