viernes, junio 03, 2011

TEATRO. Estado de ira. "Sorprendente ejercicio metateatral".


de Ciro Zorzoli.
Con: Pablo Castronovo, Carlos Defeo, Marina Fantini, Valeria Lois, Vanesa Maja, Cecilia Meijide, Dalila Romero, Diego Rosental, María Inés Sancerni, Gabriel Urbani y Diego Velázquez.
Dirección: Ciro Zorzoli.
Madrid, Teatro de la Abadía.


¿Cabe un argumento más pintoresco que el relato de las peripecias de una especie de comando de teatreros, abnegados servidores del arte de Talía, dedicados a la urgente tarea de reciclar actores en paro e instruirlos de un día para otro en las complejidades de un personaje dramático? ¿Y a quién le importa la verosimilitud o la bondad del argumento? En esta hilarante comedia de Ciro Zorzoli eso corre por cuenta de Ibsen, una de cuyas obras más conocidas se toma como pretexto para apuntalar el desarrollo de una acción destinada especialmente a explorar los límites de la teatralidad. Además, habría dado igual Hedda Gabler (protagonista de la obra homónima de Ibsen a la que nos referimos), que Nora Helmer, de Casa de muñecas o, ya puestos, Escarlata O’Hara, de Lo que el viento se llevó; eso sí hacía falta un personaje redondo, una de estas heroínas de rompe y rasga de la larga nómina de personajes femeninos egregios que ha creado el teatro accidental que ofreciera recorrido suficiente para que Valeria Lois, la protagonista indiscutible del pieza, pudiera desplegar todo su talento de actriz.


El montaje es el resultado de esa cada vez más acusada propensión de la dramaturgia contemporánea a revisitar textos canónicos persiguiendo unos objetivos no siempre loables y con pobres resultados en el plano artístico. Me apresuro a decir que no es ese el caso en el montaje que nos ocupa. Antes bien, esa búsqueda de la verdad, que fue santo y seña de tantos personajes en las obras de Ibsen, se transforma aquí de la mano de Ciro Zorzoli en la búsqueda de la verdad del teatro mismo, en una penetrante indagación acerca de la esencia misteriosa, paradójica, del trabajo del actor, articulada en forma de un brillante ejercicio metateatral.

Así que tenemos a Valeria Lois, que en la ficción representa a la diva crepuscular Ana María Farucci que, a su vez, es Hedda Gabler en el segundo plano de la ficción; pero igualmente a Vanesa Maja que es la extravagante y dipsómana Carmen Bottari, que es la obsequiosa y protectora tía Juli; o a Diego Velázquez, que es Eugenio Lamar, el factotun de esta peculiar trouppe de cómicos, que a su vez, en tanto que sparring de la Farucci se convierte a ratos en Jorge Tesman y a ratos en el atribulado Eilert Lovborg; y así sucesivamente con los restantes actores y actrices del elenco en un trepidante juego teatral de una comicidad desbordante a la que el público asiste entre alborozado y exhausto ante la plétora de signos que reclaman su atención simultáneamente desde los cuatro puntos cardinales del escenario.

Este delirante carrusel de cambio de roles sobre el que cabalga la acción principal de la obra, que a veces llega al paroxismo, no oculta una cruda sátira de fondo de la que nadie sale indemne. Empezando por la obra original de Ibsen de la que este montaje hace una lectura múltiple, ambivalente, y corrosiva, una lectura desmitificadora de los estereotipos retóricos e ideológicos que la sustentan. Pero la ironía y el sarcasmo se despliegan también, y sobre todo, me atrevo a decir, contra la actitud fría, distante, casi funcionarial, carente de un auténtico compromiso con el arte con la que un segmento no desdeñable de la profesión teatral se enfrenta a su trabajo cotidiano sobre el escenario. Desde este punto de vista, la última escena en la que se interrumpe sin contemplaciones el ensayo a falta de una escena porque ha terminado la jornada laboral y la imagen de la actriz en penumbra, desnudada casi a la fuerza por la encargada del vestuario, resulta particularmente reveladora y atroz.

El trabajo de Valeria Lois, como ya hemos dicho, es portentoso. Da vértigo seguir sus evoluciones en escena, seguida de sus acólitos. Seduce, divierte, irrita, emociona, pero sobre todo sorprende, a cada momento, con lo que parece un inagotable arsenal expresivo de poses, miradas y gestos, desde el más banal signo de aquiescencia hasta las más extrema manifestación de histrionismo. Pero no hacen un trabajo menos meritorio, los ya citados Vanesa Maja, Diego Velásquez, o María Inés Sancerni, Pablo Castronovo o Carlos Dofeo, todos bajo la espléndida batuta de Ciro Zorzoli.

Gordon Craig.

Teatro de la Abadia. Estado de Ira.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Valeria Lois un regalo que hayan podido disfrutar de esta maravilla de la actuación!

Anónimo dijo...

Me encantó. Fui a verla al teatro la Abadía. Hacía muchos años que no disfrutaba tanto en el Teatro. Ojala Ciro Zorzoli regrese pronto a España. Felicitaciones para él y para toda la compañía, estuvieron realmente geniales.