viernes, mayo 06, 2011

TEATRO. Creo en Elvis. "I can’t help falling in boredom".


De Mariano Rochman.
Con: Belén Quirós, Manuel Gancedo, Rafael Delgado, Darío Paso y Alberto Vázquez.
Dirección: Mariano Rochman.
Madrid, Sala Cuarta Pared.



Permítaseme parafrasear el título de una de las más celebradas canciones de Elvis Presley, la dulce I can’t help falling in love, para confesar que anoche I couldn’t help falling in boredom, sí, no pude sustraerme al aburrimiento presenciando esta delirante comedia de Mariano Rochman en la que fantasea acerca de la disparatada idea de la clonación del cantante antes de su muerte con la intención de multiplicar sus conciertos y la recaudación por taquilla.

Es cierto que, a raíz de la muerte del cantante en aquel aciago 16 de agosto de 1977, el fervor de sus admiradores incondicionales ha agrandado la figura del hombre y del artista -excelente, por otra parte-, hasta elevarlo a la categoría de mito, de figura de leyenda sobre la que circularon las más fabulosas especulaciones alimentadas por la imaginación y por el morbo. Nada que objetar, por tanto, a la idea de poner en pié una obra desarrollada a partir de ese fabuloso anecdotario. El problema está en cómo se articula dramatúrgicamente dicho material para que personajes y desarrollo de la acción resulten creíbles y los diálogos siquiera medianamente convincentes.

Porque ¿cuál es en realidad el objetivo que se propone el autor? ¿Satirizar el desmedido afán de lucro de las multinacionales del espectáculo? ¿Advertir de los peligros de un desarrollo descontrolado de las técnicas de clonación de seres humanos? ¿Parodiar la mitomanía fetichista o idólatra que subyace en el comportamiento de los miles de admiradores de estos nuevos mitos de la contemporaneidad (comportamientos inmunes, por cierto, a cualquier intento de explicación racional)? o plantear una reflexión de fondo sobre las diversas actitudes vitales ante el fenómeno inexplicable de la creencia. Muchos y disímiles asuntos, a todos los cuales se alude a lo largo de la obra, pero a modo de tentativa, mientras el trabajo especifico de investigación sobre el paradero de Elvis a cargo de este pintoresco destacamento de clones capitaneados por la directora operativa Cero, apenas avanza, o lo hace de manera renqueante y difusa.

Pasados los diez o quince primeros minutos en los que tiene lugar la presentación de los personajes -cuatro estrambóticos remedos del ídolo del rock de patillas exageradas y tupe engominado-, que nos entretienen con el relato de sus primeras y extravagantes experiencias, como la de “2” en Osaka, o las de “4”, camuflado en traje de enfermera, la obra se estanca en la indefinición, basculando entre las burlas permanentes a “1” y los repetidos e infructuosos intentos de “3” de conseguir su carta de libertad, sofocados por respuestas cada vez más contundentes de Cero ante la pasividad o connivencia de “2” y de “4”. Te mantiene pegado a la butaca una sola expectativa real de disfrute: el que en algún momento sonarán de nuevo Love me tender, Please don’t stop loving me, Don’t ask me why o cualesquiera otra de las extraordinarias melodías de Elvis para despertarnos del sopor y para volver a sentir ese placentero estremecimiento que provoca la magia de su voz prodigiosa.

Gordon Craig.

Teatro Cuarta Pared. Creo en Elvis.

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