lunes, enero 12, 2009

TEATRO. Auto de los Reyes Magos. "Officium pastorum"

Dramaturgia y dirección: Ana Zamora.
Con: Jorge Basanta, Francisco Rojas, Alejandro Sigüenza y Nati Vera.
Arreglos y Dirección musical: Alicia Lázaro.
Instrumentistas: Sofía Alegre, Alicia Lázaro, Elvira Pancorbo e Isabel Zamora.
Compañía: Nao d’amores. Madrid. Teatro de la Abadía.



Es esta la cuarta incursión de Ana Zamora y su compañía Nao d’amores en el complejo y desconocido mundo del teatro castellano medieval, y como en ocasiones anteriores, con más que notable acierto, fruto de un riguroso trabajo de investigación en las escasas fuentes conservadas que documentan la existencia de tales representaciones, y fruto, asimismo, de su estrecha colaboración con la investigadora y arreglista musical Alicia Lázaro que, como en previos montajes de la compañía se ha empleado a fondo.

Este espectáculo era particularmente complicado, porque, como es sabido, del originario Auto o representación de los Reyes Magos apenas si han llegado hasta nosotros ciento y pico versos, por lo que la directora ha debido de rellenar los huecos con textos afines de diversa procedencia hasta dar forma a lo que vendría a ser una de las típicas representaciones del ciclo pascual comúnmente denominadas “Officium pastorum”, dramas litúrgicos que se representarían en la iglesia durante las fiestas navideñas con el fin de atraer a los fieles al culto.

Intercalados con el texto del Auto (los monólogos de los Reyes Magos afirmando haber visto la estrella y su decisión de encaminarse a adorar al niño, y su encuentro con Herodes), encontramos fragmentos de Gonzalo de Berceo sobre las postrimerías (en los que algunos profetas del Antiguo Testamento rememoran los signos del Juicio Final) y el canto de la Sibila, que según una antigua superstición había profetizado también el nacimiento del Salvador. Una mezcla, en fin, de rituales sacros y profanos, de liturgia y fiesta popular, de devoción y esparcimiento, y como telón de fondo, el contraste entre la vida (el nacimiento) y la muerte, presentes cíclicamente en la naturaleza pero que no dejarían de asombrar a aquellas mentes primitivas, crédulas y candorosas.

Reivindicar esa capacidad de asombro del hombre medieval -de la que ahora estamos tan necesitados, en una época de aparentes certezas- y revelar el sentido profundo del ritual como puente entre el mundo natural y lo trascendente y como válvula de escape para liberar los terrores atávicos son quizá los valores más sólidos de este montaje; un espectáculo que formalmente sigue la pauta de trabajos anteriores, sirviéndose de unas curiosas cabezas articuladas que representan en efigie a los animales que simbolizan los cuatro evangelistas. Quizá la recepción pueda resultar algo más complicada esta vez por el empleo sistemático del castellano antiguo en los diálogos y las partes recitadas y del latín en las antífonas y en los cantos alternados. El trabajo con el lenguaje es espléndido, y lo mismo puede decirse de la música, que cobra en esta ocasión un notable protagonismo. El resultado es un festín para los sentidos, un espectáculo vistoso y de aquilatada belleza formal, una mirada inquisitiva a una etapa fecunda de nuestra tradición cultural que no ha recibido nunca la atención que merece y que de no ser por estos esfuerzos aislados perecería en el más ignominioso de los olvidos.

Gordon Craig.

Corral de Comedias de Alcalá de Henares. Auto de los Reyes Magos.

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