lunes, noviembre 13, 2006

TEATRO. EL RINCÓN DE GORDON CRAIG. El chico de la última fila. "El profesor en su laberinto"

De Juan Mayorga.
Con: Ramón Barea, José Tomé, Carlos Jiménez-Alfaro, Ignacio Jiménez, Luisa Pazos y Natalie Pinot.
Ur Teatro. Dirección: Helena Pimenta.
Espacio sonoro: Eduardo Vasco. Iluminación: Miguel A. Camacho.
Madrid. Festival de Otoño. Círculo de Bellas Artes. Sala Fernando de Rojas.



“Iluminar el mundo o extender la confusión”, he ahí la cuestión. Ese podría ser, en versión actualizada de la clásica disyuntiva hamletiana, y elevado a criterio para distinguir entre la buena y la mala literatura, el lema o divisa de ese moderno caballero andante que encarna Germán, el protagonista de la obra que comentamos, dispuesto a entablar desigual batalla contra los molinos de viento de la ignorancia y de la desidia en las aulas. Y es que Germán, en esta última pieza de Juan Mayorga, es un profesor de Lengua y Literatura de Bachillerato embarcado en la tarea imposible, en el empeño quijotesco, de descubrir a sus alumnos los arcanos de la escritura e iniciarlos en los rudimentos del análisis de las obra literaria.

Y es el caso, que una tarde, entre el montón de redacciones anodinas e insulsas que está corrigiendo, descubre en la de Claudio, la prosa de un alumno dotado de un dominio poco corriente del uso del lenguaje y que, además, parece interesado en la escritura. Sorprendido y halagado, como se siente todo profesor cuando descubre en alguno de sus alumnos una predisposición especial por su asignatura, le anima a seguir escribiendo, alentando el estímulo inicial que lleva a Claudio a penetrar en la intimidad de la familia de su amigo Rafa, y de cuyas interioridades se va nutriendo el relato, en una escalada de “voyeurismo” malsano que acabará contaminando a Germán y a su propia mujer, Juana, confidente y cómplice de sus desafueros.

A través de las sucesivas entregas de Claudio y las correcciones y apostillas de Germán se ordena el “relato” y se construye la pieza misma, mediante un sutil juego dramático en el que Mayorga se las ingenia para incardinar en la historia “fingida” los elementos de la historia “real” y hacer que avancen simultáneamente, alimentándose la una de la otra, enlazadas en una curiosa unión simbiótica. Mientras, Germán, cada vez más envanecido con el trabajo de Claudio, le presiona para que prosiga su indagación tanto en el ámbito teórico como en el turbulento universo de sus recién descubiertas emociones.

Helena Pimenta y José Tomé, responsables de la dirección y de la puesta en escena sortean con brillantez las dificultades que encierra el texto. El ritmo vertiginoso que imprimen a la acción, la agilidad del movimiento escénico y la cambiante delimitación de espacios se adecuan a la extraordinaria libertad compositiva de la obra, sin que las permanentes transiciones entre los distintos planos de la narración, terminen por resultar fatigosas por su reiteración. Pero el mayor acierto está en haber soslayado el lastre que para el desarrollo de la acción pudieran llegar a constituir las constantes reflexiones de Germán en torno a cuestiones teóricas sobre el proceso de escritura o sobre la relación entre la vida y la literatura. Germán (espléndido Ramón Barea, pletórico de recursos y de energía) interioriza el concepto y lo traduce a vivencias genuinas convirtiéndolo en materia dramática, y las diferentes fases del conflicto con Claudio, o los rifirrafes con su mujer, poseen siempre un dimensión humana más allá de la mera disquisición académica.

El resto del elenco no está menos acertado y diligente que Barea, aunque sus papeles no tiene tantas oportunidades de lucimiento, excepción hecha de Carlos Jiménez-Alfaro (Claudio) que está convincente en la réplica y resuelve con solvencia su nada fácil cometido. En conjunto el espectáculo funciona bien, aunque observamos algunas dificultades para arrancar las carcajadas del público, que no esperaba quizá la parodia o el tono jocoso de muchas situaciones; los actores transitan con soltura del registro cómico al serio cuando la acción lo requiere, y nos proporcionan momentos de gran intensidad dramática y de acendrado lirismo, todo hay que decirlo, con el acertado subrayado ocasional de la música de Eduardo Vasco o los efectos de una iluminación contrastada y efectista.

Gordon Craig.
4-XI-06.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

yo de mayorga lo único que he visto ha sido la de hamelin... y es que me puede alberto san juan chico, tengo debilidad por nathalie poza y por él... animalarios aparte e incluidos...

Doctor Brigato dijo...

Pues dale caña a Mayorga, uno de los dramaturgos españoles contemporáneoz más punteros y más despiertos de la escena de hoy en día.
Animalarios, 50%, 50%... A ratos...